13 de agosto de 1521
Han pasado ochenta días desde que los malvados castellanos y sus aliados tlaxcaltecas, otomíes, chalcas, huexotzincas y texcocanos cercaron la Tenochtitlán, ¿los aliados? ¡traidores es lo que son! Que los tlaxcaltecas se unieran a Cortés lo entendemos, ¿pero Texcoco? ¡Que poca memoria tienen los texcocanos, se les olvidó que eran parte de la Triple Alinaza! Ah!, si no hubieran matado al gran Cacamatzin.
Ochenta días tratando de resistir la invasión, comiendo ratas, gusanos, hierbas y hasta barro, bebiendo agua salitrosa, agua podrida, sin fuerzas para enterrar a nuestros muertos, el cocoliztli sigue enfermando a los nuestros.
Que triste fue salir de Tenochtitlán, dejar todo atrás, dejar nuestras casas, nuestros dioses, nos venimos a Tlatelolco a refugiar, nuestros vecinos nos ayudaron, nos abrieron las puertas de su ciudad, las mujeres nos han preparado de comer, han preparado tortillas, frijoles y carne cuando aún había, nos han dado ánimos para defender la ciudad, y cuando murieron los hombres que defendían la ciudad, las mujeres dejaron de cocinar, tomaron las armas de los guerreros caídos, amarraron sus faldas, pintaron sus rostros y salieron a matar al invasor.
¿Qué pasa? ¿Por qué ya no se escuchan los tambores de guerra? ¿Por qué el sonido del caracol ya no cruza el aire? ¿Qué pasa? díganme, qué pasa?
¡Tomaron preso a Cuauhtémoc! Hemos sido derrotados, se acabó la batalla, es hora de huir antes de que nos tomen como esclavos, ¡los que aún tengan fuerzas, tomen a sus hijos pronto! Llévenlos lejos de la masacre que nos espera. Tapen sus oídos, que no escuchen los gritos de las mujeres que están siendo violadas por asquerosos cristianos y sus perros aliados.
Todo es confusión, en el suelo se ven cuerpos desmembrados, mutilados, formando un río de sangre que recorre las calles destrozadas, mientras los aliados de los españoles, destruyen todo a su paso mientras buscaban que robar.
Nos hicieron esclavos, pusieron su marca de fuego en nuestro rostro y en el rostro de nuestras mujeres, no importaba si eran bellas o no. A los niños de brazos los mataron, no respetaron sus pequeñas vidas.
Es momento de inclinar la cabeza, de sobrevivir a la desgracia que nos tocó vivir y de contar a nuestros hijos, que mientras exista el mundo, no acabará la gloria y la fama de la Gran Tenochtitlán.
Texto: Historias de Tierra Sagrada, mi México.
#EstrategiaNacionalDeLectura
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